El día que conocí a Carlos Caszely
Este fin de semana me quedé en Santiago (cómo lo hago fin de semana por medio) y cómo la última vez que lo hice me aburrí a mares, decidí programar mi fin de semana. Dentro de las actividades a realizar, dejé un espacio para ir a conocer Melipilla y a ver un partido de fútbol, el de las Rojilais.
¿El partido? Nada de otro mundo.
Estando en el estadio y viendo toda la gente que fue y como apoyaban, recordé que cuando yo era sub-17 generé una consigna que decía mas o menos así:
mina buena pa la pelota y lesbiana son sinónimos.
Es que cuando era un adolescente comenzó la moda de ser gay, o al menos eso pensaba yo, que era una moda y se les iba a pasar. En ese contexto, conocí a tres minas buenas para la pelota, de las cuales dos resultaron ser lesbianas. Tomándolas como muestra, podía generar un estimador de la prevalencia del lesbianismo en la población de mujeres que juegan fútbol. Este estimador arrojaba como resultado que un 66% de ellas adherían a ese estilo de vida alternativo.
Luego en la universidad, asumí que el ser gay era una opción tan válida como cualquier otra y que las mujeres que jugaban fútbol no tenían porque ser lesbianas. A este cambio de opinión ayudaron las muchas muchas niñas rubias y/o guapas que participan en el curso de Fútbol femenino que se impartía en la PUC y por sobre todo un par de compañeras que eran secas jugando fútbol, ambas hetero y ambas ricas, aunque una mucho más rica que la otra. Si las sumaba a las anteriores y hacía los cálculos de nuevo, el 40% de las mujeres futbolistas son lesbianas. Sin duda, un alto porcentaje, que si lo llevábamos a las 11 titulares de ese día, daba para pensar que no menos de 4 jugadoras deberían serlo.
Estaba pensando eso, cuando caí en cuenta de que las Rojilais deben haber crecido jugando contra quienes les decían que el fútbol era para hombres, que se veía feo, que era muy brusco y que era de lesbianas, prejuicio que después de todo, es extremo. Recordé lo que había leído sobre ellas, de como a sus mamás no les gustaba que jugaran, de como sus papás les decían que no perdieran su feminidad o de como tenían que jugar con hombres porque no había suficientes mujeres para formar un equipo. Me imaginé que debía ser extraño para todas, incluso para las de Santiago Oriente que suelen jugar en sus colegios, jugar ante tanta gente, que les pidieran autógrafos, que se les declararan en los entrenamientos. Quizás compartir con otras niñas en una selección nacional era una especie de desquite, revancha y validación, frente a lo que asumo, deben haber vivido con anterioridad.
En ese momento termino nuestro himno patrio y vi pasar a mi lado a Carlos Caszely y deje de pensar en weas.
A continuación, una lista de cosas que llamaron mi atención ese día
1. Lo lejos que está Melipilla (y lo caro del pasaje en bus).
2. A la tribuna que le da el sol, le llaman galeria, y a la tribuna que le da la sombra, le llaman tribuna... y la gente se caga por los $500 de diferencia.
3. Lo bajo que es Carlos Cazsely.
4. La singular mezcla entre pelolais y flaytes que habían en la tribuna, la gran mayoría familiares de las jugadoras.
5. En la misma línea de lo anterior, la ausencia de pokemones. Aparentemente las pokemonas no juegan a la pelota.
6. Un viejo que gritó durante todo el partido instrucciones a las rojilais: "ábrala la cancha, número 5", "número 15 no suba tanto", "sáquela del fondo", "aprete, aprete". Parecía comercial de Cristal.
7. El mismo viejo gitándole al entrenador en el entretiempo "profe, saque a la centerjorguar"
8. Sólo tuvieron que pasar 25 minutos para que alguien gritara "negra culia" y otros 10 minutos más para que alguien hiciera una comparación entre nuestras hermanas colombianas y alguna especie de primate selvático.
9. Para el público femenino, al igual que para el masculino, una gambeta hacia atrás y a 50 metros del arco, con la cual un jugador se saca dos rivales para luego darsela al central, es mucho más aplaudible que un pase de con ventaja a la entrada del area.
10. La cantidad de púberes, con sus hormonas a full, le gritaban su amor a Gipsy, Sofía, Coté, Katherine y Nicole.
11. La hermana de 22 años de la número 11 de la selección chilena.