martes, enero 22, 2008

El día que conocí a Carlos Caszely

Este fin de semana me quedé en Santiago (cómo lo hago fin de semana por medio) y cómo la última vez que lo hice me aburrí a mares, decidí programar mi fin de semana. Dentro de las actividades a realizar, dejé un espacio para ir a conocer Melipilla y a ver un partido de fútbol, el de las Rojilais.

¿El partido? Nada de otro mundo.
Estando en el estadio y viendo toda la gente que fue y como apoyaban, recordé que cuando yo era sub-17 generé una consigna que decía mas o menos así:
mina buena pa la pelota y lesbiana son sinónimos.
Es que cuando era un adolescente comenzó la moda de ser gay, o al menos eso pensaba yo, que era una moda y se les iba a pasar. En ese contexto, conocí a tres minas buenas para la pelota, de las cuales dos resultaron ser lesbianas. Tomándolas como muestra, podía generar un estimador de la prevalencia del lesbianismo en la población de mujeres que juegan fútbol. Este estimador arrojaba como resultado que un 66% de ellas adherían a ese estilo de vida alternativo.

Luego en la universidad, asumí que el ser gay era una opción tan válida como cualquier otra y que las mujeres que jugaban fútbol no tenían porque ser lesbianas. A este cambio de opinión ayudaron las muchas muchas niñas rubias y/o guapas que participan en el curso de Fútbol femenino que se impartía en la PUC y por sobre todo un par de compañeras que eran secas jugando fútbol, ambas hetero y ambas ricas, aunque una mucho más rica que la otra. Si las sumaba a las anteriores y hacía los cálculos de nuevo, el 40% de las mujeres futbolistas son lesbianas. Sin duda, un alto porcentaje, que si lo llevábamos a las 11 titulares de ese día, daba para pensar que no menos de 4 jugadoras deberían serlo.

Estaba pensando eso, cuando caí en cuenta de que las Rojilais deben haber crecido jugando contra quienes les decían que el fútbol era para hombres, que se veía feo, que era muy brusco y que era de lesbianas, prejuicio que después de todo, es extremo. Recordé lo que había leído sobre ellas, de como a sus mamás no les gustaba que jugaran, de como sus papás les decían que no perdieran su feminidad o de como tenían que jugar con hombres porque no había suficientes mujeres para formar un equipo. Me imaginé que debía ser extraño para todas, incluso para las de Santiago Oriente que suelen jugar en sus colegios, jugar ante tanta gente, que les pidieran autógrafos, que se les declararan en los entrenamientos. Quizás compartir con otras niñas en una selección nacional era una especie de desquite, revancha y validación, frente a lo que asumo, deben haber vivido con anterioridad.

En ese momento termino nuestro himno patrio y vi pasar a mi lado a Carlos Caszely y deje de pensar en weas.

A continuación, una lista de cosas que llamaron mi atención ese día
1. Lo lejos que está Melipilla (y lo caro del pasaje en bus).
2. A la tribuna que le da el sol, le llaman galeria, y a la tribuna que le da la sombra, le llaman tribuna... y la gente se caga por los $500 de diferencia.
3. Lo bajo que es Carlos Cazsely.
4. La singular mezcla entre pelolais y flaytes que habían en la tribuna, la gran mayoría familiares de las jugadoras.
5. En la misma línea de lo anterior, la ausencia de pokemones. Aparentemente las pokemonas no juegan a la pelota.
6. Un viejo que gritó durante todo el partido instrucciones a las rojilais: "ábrala la cancha, número 5", "número 15 no suba tanto", "sáquela del fondo", "aprete, aprete". Parecía comercial de Cristal.
7. El mismo viejo gitándole al entrenador en el entretiempo "profe, saque a la centerjorguar"
8. Sólo tuvieron que pasar 25 minutos para que alguien gritara "negra culia" y otros 10 minutos más para que alguien hiciera una comparación entre nuestras hermanas colombianas y alguna especie de primate selvático.
9. Para el público femenino, al igual que para el masculino, una gambeta hacia atrás y a 50 metros del arco, con la cual un jugador se saca dos rivales para luego darsela al central, es mucho más aplaudible que un pase de con ventaja a la entrada del area.
10. La cantidad de púberes, con sus hormonas a full, le gritaban su amor a Gipsy, Sofía, Coté, Katherine y Nicole.
11. La hermana de 22 años de la número 11 de la selección chilena.

jueves, enero 10, 2008

Por un gol o el fútbol y yo

Hace un buen tiempo venía pensando escribir sobre fútbol pues es lejos el tema que más ocupa mi agenda diaria. Estoy subscrito a varios blogs sobre el tema, converso de ello todos los días al almuerzo y realizo analogías futboleras en casi todas mis reuniones de trabajo (la llegada de Vidal me hace sentir menos solitario en mi estilo).
El problema radicaba en lo siguiente. Nunca juego fútbol. De hecho, nunca fui bueno jugando fútbol. Mis grandes hazañas en el deporte rey se limitan a ganar la Copa de Inglaterra con el Yoevil, un equipo de tercera división en el FIFA07 y creo que si voy a hablar algún deporte debo hacerlo desde lo vivencial para no caer en un triste relato sobre la filosofía de un juego... o quizás si.
Mi oficina le ha declarado la guerra (simbólica) a otro departamento de la "secretaría" la cual sólo puede terminar (dado que es simbólica) en una cancha de baby-fútbol. Cuándo me preguntaron si quería jugar, lo pensé dos veces, no juego baby hace mucho tiempo, desde la universidad y si no fuera porque hace unos pocos días jugué una "pichanga" en la calle con unos amigos lo que abrió mi apetito "jurgolero" y que si decía que no, no se podía armar un equipo, dije sí.
El "sí" ese me puso a recordar mis grandes momentos en el fútbol:
Mi participación en el campeonato de sociología como parte de Error Menstrual, el motivo por el cual entre a ese equipo (pegarle una plancha a la "altura de la medallita" a Guille Montt) y el fraudulento sorteo que llevó a que nuestro equipo y el de "ellos" quedaran en el mismo grupo. Además, recordé el tercer lugar en el campeonato de bachillerato junto a mis amigos del Tropikal team, aunque debo reconocer que nunca jugué y que la medalla me la dieron en agradeciemiento por ir a "hacerles el aguante" todos los partidos y porque habían 8 y los chiquillos eran solo 7.
De ahí me fui más atrás, al liceo y como me pasé tres meses jugando casi todos los días y tratando de hacer un gol a pesar del empeño de mi compañero Quique que siempre se los pasaba a todos y me dejaba solo, pero de todas maneras me perdía el gol. Hasta que anoté uno y no pude para de hacerlos, al menos por un par de semanas.
Hasta que en mi memoria llegué a mi más tierna infancia, a mi educación básica. Cuando estaba en quinto básico dejo de hacernos clases de educación física nuestra profesora jefa y nos comenzó a hacer un profesor de la especialidad, el Profe Horta. Hacia el final de su primera clase, nos dijo "formen dos equipos porque van a jugar fútbol".
Los grupos se formaron por afinidad y para cuando terminó la clase y el partido, el resultado era una abultada derrota de mi equipo. misma situación, mismos equipos, mismo resultado. El resultado fue el mismo todos las clases de educación física de cuarto, quinto y sexto año básico. Tres años de larga agonía de derrotas, amplias y otras estrechas, algunas hasta con polémicas, las que por lo general se resolvieron a combos en el parque que se ubicaba frente al colegio. De vez en cuando se producía una tregua entre nosotros. Los del otro curso nos desafiaban y formábamos un combinado de los dos equipo, con clara predominancia del equipo que ganaba siempre, pero los apoyábamos, eran nuestra selección.
La razón de tanto infortunio futbolístico resultaron ser los integrantes de los grupos. Es que el pasar del tiempo mostró que ya en quinto año operaba la selección natural. Los del otro equipo resultaron ser los winners, de carácter fuerte y que se movían a las minas con y sin botella. El otro, el mio, el de los ñoños, tímidos y a los que nunca invitaron a jugar a la botella y poco éxito tenían sin ella.
El status quo se mantuvo hasta principios del séptimo año cuando, una mañana de marzo, logramos mantener el 0 en nuestra portería hasta el final del partido, lo que sumado al golazo de volea con zurda del "gato" Rodríguez" tras fenomenal pase de 15 metros del "guatón" Moya, nos permitió romper la historia y me entregó la más grande alegría de mi vida dentro de un rectángulo de pasto y tierra.
La historia cambio desde ese día. Comenzamos a alternar victorias con derrotas (la ley de "ultimo gol gana" evitaba empates) y a negociar el traspaso de jugadores luego de cada partido que jugábamos los viernes después de clases, lo que llevó a que los viejos equipos terminaran sólo como un recuerdo lejano. Yo abandoné mi puesto en el mediocampo de contención para jugar en el centro de la defensa, teniendo como lema "de aquí no pasa ni el jugador ni la pelota". De hecho hasta la relación entre nosotros cambio, nos molestábamos menos, compartíamos más y a las fiestas nos invitaban a todos.
Es que aquel día, en el cuasi potrero que osaban llamaban "Complejo deportivo colegio Santa María", ganamos algo más que un partido, ganamos respeto, que en definitiva es lo que yace detrás del fútbol.

BONUS TRACK... AQUI

lunes, enero 07, 2008

La nueva campaña de ADIDAS

La marca de ropa deportiva alemana ADIDAS anunció que, en los próximos días, lanzará una nueva campaña publicitaria que tendrá como rostros a las dos principales figuras del fútbol nacional. Nuestro medio tuvo acceso en exclusiva a la campaña y estamos en posición de develar quienes aparecerán en los afiches y spots publicitarios que se difundirán hasta el 2010.

VIDAL + 10



















y para el segundo tiempo...
VIDAL + 21













Impossible its nothing (???)