martes, junio 16, 2009

El trabajo ideal

Algo curioso acerca de mi trabajo es que, aunque casi todos saben donde laburo, casi nadie sabe lo que hago. De hecho, mis propios compañeros de oficina tienen dudas respecto a que hago con ciertos programas, con algunos cálculos que sacó en Excel. Mi ex decía que yo era como Chandler de Friends.

En un principio era bastante más abierto respecto a decir lo que hacía y lo que “sabía”. Porque si trabajas en uno de los entes que alimentan al “segundo piso” debes saber más que el común de los mortales. En mis primeros días me gustaba creer eso y h
acerlo creer también, lo cierto es no podía saber menos en ese tiempo.

Conversando con gente de la oficina me di cuenta de que todos tratan de “sacarte información”. Es que todos desean tener el poder que entrega el saber, desean sentirse algo más que la señora Juanita, ver la matrix o simplemente confirmar que se los están cagando. Esto se da especialmente entre mis amigos profesionales de las ciencias sociales. El resto se concentra en otras cosas.

Entre “el resto”, la pregunta más común que me hacen es: ¿quién es el pololo de Michelle? No lo sé. Por un tiempo se rumoreó que era un famoso alcalde que luego perdió su puesto a manos de un negro. Ojala tuviera un pololo, sería bueno, la señora es simpática.

Esto me lleva a la segunda pregunta más común: ¿conoces a Michelle? Si, tanto como conozco a Franco Ferreira, bueno, la verdad que un poco más. La he visto 6 veces, la última en una ceremonia de la Secretaría donde pude intercambiar unas palabras con ella. Debo reconocer que me puse nervioso. Trátenme de amarillo, pero se trata de la Presidenta y le he tomado cariño y estima. En la Secom, hay quienes la ven seguido y se emocionan cada vez que lo hacen. La señora tiene un carisma especial, no sé si será la investidura presidencial porque es la única presidenta que he podido conocer. Fue extraño poder hablar con la persona para quien trabajo entre 8 y 9 y media todas las mañanas de lunes a viernes. Me pude fotografiar con ella, aunque no era mi intención, por eso cada uno sale mirando hacia una cámara distinta.

La tercera pregunta en el ranking: ¿Qué tan gorda es Michelle? No tanto. Es que mi familia es de mujeres gordas, así que no me impresiona. Ella no llamaría particularmente la atención entre mis tías. Quizás sí, por lo rubia, pero no por su contextura física.

Entre los profesionales de las ciencias sociales, las preguntas son más incisivas y hasta cagativas, en el sentido que buscan sacarte esa información que posees y que puede hacer que te echen si se te sale. Últimamente, lo más recurrente son las preguntas sobre la presidencial, especialmente sobre MEO (Marco Enríquez-Ominami, para los no políticos).

Es divertido como nadie se pone de acuerdo sobre quién inventó el huracán Marco. He escuchado todo tipo de teorías. Claro, porque con cada toda pregunta que me hacen, viene una teoría. Que es un invento de la prensa conservadora para quitarle votos a Frei, que es un invento de Ominami padre para ganar poder en el PS y quitarle votos a Piñera, que es un invento de Frei para quitar la atención de los medios de Piñera y trasladarla a él y MEO. En fin, numerosas. Lo divertido es que alguien pueda creer que con mi grado 9 voy a tener acceso a dicho tipo de información.

Pero todo esto surge a raíz de que soy Chandler. Cuándo me consultan respecto a que es lo que específicamente hago, les digo que veo tele. Me quedan mirando medio raro. Pero es cierto, veo harta tele, claro que no SQP, ni 1810, pero si veo harta tele. No importa cuántas veces lo repita ni qué tan convincente suene, siempre se quedan con la duda: “¿cómo va a ser grado 9 si sólo ve tele?”... y ahí viene el mito. Algunos creen que hago campaña sucia a lo Karl Rove o que tengo acceso a información de la ANI, al menos así lo creyeron los opositores políticos de mi hermana en la U de Valpo. Lo publicaron en un pasquín y dijeron que mi papá, carpintero de un regimiento piruja de Rancagua, estaba involucrado en violaciones a los DD.HH. La mamá de una amiga me acusó de maquillar todas las encuestas en que Michelle marca más de 60%.

Otra cosa son los favores que te piden. Un tío me pidió que le tramitara un crédito de Corfo, mientras una amiga, sobre quien pronto escribiré acá, me solicitó que si se contagiaba de influenza humana, protegiera su nombre y no permitiera que saliese publicado en El Mercurio.

Hay otras cosas que causan risa, como la mina me preguntó por qué el Gobierno no imprimía más plata para terminar con la pobreza. Mi favorita es la que me hace mi madre todos los lunes en invierno: ¿va a subir la parafina esta semana? Lo encuentro tierno y por ello me preocupo de averiguar. Aunque he tratado que se aprenda el nombre del ministerio, ella sigue diciendo que trabajo en el ministerio de Relaciones Públicas. Lejos no anda.

Pero ¿qué es lo que hago? Veo tele, harta. Y les juro que si mi yo de 11 años pudiera viajar en el tiempo y verme trabajando de esa manera, pensaría que es el trabajo ideal. Claro a esa edad me la pasaba viendo monos y fútbol, pero ahora veo noticias y fútbol cuando hay. En general, la pega es mantenerse informado, mucho muy informado, tener opinión, generar teorías, ordenar información de distintas maneras y sobre todo tener ideas nuevas, distintas, para que cuando alguien las necesite las ponga en ejecución diciendo que son suyas.

A veces veo los diarios o la tele cosas que me resultan familiares pero no puedo atribuírmelas. No porque esté prohibido (sí lo está), sino porque no sabes si esa idea sólo se te ocurrió a ti. La máxima es “pregunte menos, trabaje más”. Últimamente no me pasa tan seguido, es que mi forma de pensar se acomodaba más al del profesor de historia que al de la abogada. Pero cuando sucede te sientes bien. Se lo insinúas a un par de personas pero te lo callas. Es que cómo lo he hecho un par de veces en este escrito, de nada vale saber algo y no jugar con esa información. Al hacer público un secreto, este pierde todo su poder, como una katana lo hace al ser desenvainada. Pero si no haces sentir que sabes algo que otros no, eso que sabes no vale de nada, es como ir a la guerra con las balas pero sin el rifle.

Así que si quieren preguntarme por algo que creen puede ser secreto, háganlo. Lo más probable es que no sepa la respuesta, pero si la sé, se las insinuaré. Los que realmente me conocen, saben que la distancia entre la insinuación y la verdad, en mi caso, se mide en piscolas.